No juzgues tan rápido.

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«Se cuenta de una persona que vivía en una cárcel. Sentía seguridad en aquella celda y aunque había momentos en que deseaba explorar el mundo más allá de su tranquilizador rincón, lo cierto es que no le quedaba tiempo ni para intentarlo. Era un hombre muy ocupado.

A través de un ventanuco enrejado gustaba de mirar al exterior y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, trataba de llamar su atención. Terminaba el día tan agotado por este esfuerzo que sólo le quedaban ganas de acostarse y dormir. Se había empeñado en que aquellas personas se dieran cuenta de la situación en la que se encontraban. ¡Le parecían tan inconscientes!

 Un día pasó por allí un viajero y al escuchar los gritos se acercó y preguntó:

-¿A qué viene tanto alboroto?

Y el preso contestó:

-¿No lo comprendes? ¿Acaso estás ciego? ¡Eres tan ignorante cómo los demás! ¡Intento avisaros de que vivís encarcelados tras estas rejas!»

 (Adaptación de un cuento sufí)

La forma en que vemos las cosas puede tener poco o nada que ver con la realidad, es decir, con cómo son las cosas de verdad. Lo que vemos depende de dónde estemos ubicados. Cada acontecimiento permite varias interpretaciones y esas interpretaciones varían según dónde ponemos nuestro foco de atención. Nuestra respuesta a los hechos está relacionada con las creencias que sostenemos en ese momento y con el tipo de mirada que nos permitan dichas creencias.

¿Estás preso de rutinas, puntos de vista estrechos y comportamientos rígidos?

¿Que circunstancia de tu vida usas como candado?

¿Qué creencias te están provocando sufrimiento?

¿Que precio pagas por seguir prisionero de tus creencias limitadoras?

¿Cuánto tiempo y energía dedicas a criticar a los demás?

¿Te agotas tratando de demostrar que tienes razón?

¿Te sueles preguntar si tienes suficiente información para realizar tus juicios?

¿Qué sientes cuando los demás no actúan según el papel que tú les has asignado?

Una percepción errónea es el resultado de la visión de una mente llena de prejuicios y anclada en el pasado. Sufrimos cuando nos apegamos a una perspectiva en particular, creemos «necesitar» que las cosas sucedan de una forma específica y luego no funcionan así. Atrapados e inconscientes en la cárcel de nuestra limitada mirada sentimos miedo, necesidad de control e imposibilidad de abrazar amorosamente el momento presente

Te voy a decir algo muy claro y a la vez importante que quiero que lo recuerdes siempre: “La persona que se acepta y se ama a sí misma, pierde el interés de juzgar a los demás”.

Un juicio de valor es tranquilizador porque nos hace creer que existe un conocimiento que poseemos con el que “analizamos a la otra persona ó situación”, y así generamos una falsa sensación de paz que nos impide llegar a un saber verdadero. Al parecer las personas no toleramos el no saber, frente a ese vacío de conocimiento, si no obtenemos información lo llenamos con nuestra imaginación. La falta de conocimiento del tema se complementa con creencias, suposiciones, imaginación, etc… Es por eso que las criticas son tan destructivas.

Suele ocurrir que las personas que están en proceso de desarrollo personal e inclusive espiritual, en forma consciente, se comparen con otros que están también encaminados hacia esos objetivos de trascendencia, y al hacerlo suelen aparecer todo lo que se intenta superar: competencia, obsesión desenfrenada por obtener determinados resultados vinculados al concepto de éxito, apegos e identificaciones con objetos o pertenencias materiales, roles fijos de comportamiento, falsas ideas del yo, etc.

La competencia surge de una comparación con otra persona y conduce a la rivalidad y la rivalidad inexorablemente nos lleva a un estado de guerra, guerra que primero se forjó en el interior de la persona y que inevitablemente se materializará en el mundo exterior de alguna forma: discusión verbal, enfrentamiento físico, conspiración social y llevado a un plano más profundo implica la lucha con armas poderosas.

Existe una ley básica en el Universo que sostiene que todo proceso una vez iniciado se profundiza, torcer esa frecuencia vibratoria supone gran trabajo, el movimiento tiene su propio principio de inercia, comúnmente se llama tendencia. Observar la tendencia nos permite adelantarnos al resultado final de ese proceso.

En este sentido tener un pensamiento de hostilidad hacia otra persona deriva en el acto de dañar a esa persona de alguna forma.

Lo mismo ocurre cuando estamos viviendo un proceso de autoconocimiento, al que llamamos espiritual, solemos trasladar la forma de comprensión de la realidad del mundo captadas únicamente con nuestra racionalidad y la aplicamos. Así juzgamos los caminos espirituales de otros y, al hacerlo, intentamos colocarnos en un plano superior. 

Todo juicio supone ubicarse por encima, porque sólo desde arriba podemos ver el panorama completo. Si estuviéramos en un plano alto habríamos superado la dualidad o polaridad.

Por eso cuando escucho que alguien juzga el nivel evolutivo de otra persona no me hace sentir bien. Quién sabe qué sentido tiene la vida del otro en este mundo. Sin dualidad no hay vida en el planeta tierra y sabemos muy poco qué funciones cumplimos cada uno de los que estamos aquí para que este gran plan del Universo se lleve a cabo. La prueba está en que los humanos afectamos el ecosistema haciendo desaparecer especies que cumplen funciones. Todo tiene un sentido o una tarea específica en el plan. Y no estamos capacitados en el nivel de conciencia en el que nos encontramos para juzgar el camino de los otros.

Si observamos nuestra propia vida o la vida de los otros entenderemos que las experiencias consideradas dolorosas tienen un sentido muy importante, son parte de un camino que sin transformación convierte a las personas en semi-humanos.

Se dice que la tierra es un planeta escuela y que todo esto es un juego del que nos reiremos cuando nos despertemos. Nos tomamos demasiado en serio los personajes que nos toca interpretar y competimos, nos enojamos, nos ofendemos o rivalizamos y juzgamos. No sabemos quién es el otro del mismo modo en que tampoco sabemos quiénes somos realmente nosotros. Si lo supiéramos y no nos identificaríamos con el personaje externo del mundo, no juzgaríamos la exterioridad del personaje que vemos en el otro.

Alguien puede creer que está por encima de esa persona simple que no tiene la menor idea de lo que es un camino espiritual. Pero a lo mejor el corazón de esa persona está más limpio que el de quien la juzga. El acto de juzgar es una operación de la mente racional o inteligencia lógica. Y la mente racional no la podemos seguir usando para todo, debe ser integrada con otras formas de comprensión de lo que nos rodea, o sea, de otras inteligencias.

Quizá lo más difícil sea aprender a vivir en la incertidumbre del no saber, soportar el hecho de no llenar el vacío del desconocimiento con nuestras operaciones mentales, imaginaciones, juicios de valor o desvalor.

https://www.youtube.com/watch?v=D_o0lOYbtWc

 

Mil gracias por leerme.

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Un abrazo!

Anna

 

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✨Ojalá seas tú todos los días de tu vida!

Ana BeuSam

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