Si prestas atención a lo que tus colegas dicen cuando llegan tarde a una reunión, podrás percibir cómo muchos eligen ‘tirar balones fuera’. Y no es que sus motivos no sean razonables (mucho tráfico, algo urgente que solucionar, reunión anterior más larga…) sino que detrás de todos esos motivos siempre hay una decisión personal que provoca ese atraso.
Y esta es una de las grandes decisiones personales, que debes tomar varias veces cada día, que determinan si eres un buen líder o no. O eliges ser víctima de las circunstancias o eliges ser responsable en todo lo que te ocurre.
Elegir ser víctima es elegir la inocencia, y por tanto la ausencia de culpa o responsabilidad frente a algo. Aunque también es elegir la pasividad, la carencia de poder frente a las circunstancias. Es tentador presentarse ante los demás como alguien inocente, aunque inadvertidamente vamos perdiendo poder frente a los demás y frente a la vida; nos convertimos en personas pasivas, incluso resentidas, que no inspiran ni mueven a nadie.
Elegir ser responsable es asumir toda nuestra existencia, hacernos cargo de todo lo que nos ocurre. Es la posición que nos da poder frente a la vida y los demás. ¿Por qué nos cuesta tanto asumirla? Porque culturalmente está profundamente asociada a ‘culpa’ y desde niños aprendemos a evitar tanto la culpa como la responsabilidad. Cuando mis nietos Elena y Marc rompian algo (de más pequeños) decian ‘se ha roto’, como si las cosas tuvieran la capacidad de autodestruirse.
También ser responsable tradicionalmente implica causalidad: si soy responsable de algo es que lo he causado; cuando hacerme responsable de algo no significa que lo haya causado sino que es algo que me afecta y que por tanto me hago cargo de ello.
Los adultos también se ponen como víctimas constantemente. En el trabajo cuando el director comercial recibe una queja de un cliente puede culpar a logística. Y puede que sea cierto, pero no lo es menos que frente al cliente él es responsable de todo lo que haga su empresa. Y hasta puede que sea cierto que desde el departamento comercial nunca consultaron a logística si la fecha de entrega acordada con el cliente era viable.
Desafortunadamente son muchos los que prefieren victimizarse y enfocar su atención en aquello que está fuera de su control. Siempre que algo malo les ocurre o tienen a alguien a quien culpar o es cosa de un destino terrible. Es el escudo que preserva su inocencia. Pero el precio de la inocencia es, como apuntaba arriba, la impotencia y la pasividad. Como no se ven como parte del problema, tampoco suelen verse como parte de la solución.
Un líder asume siempre la responsabilidad de lo que le afecta. A diferencia de la víctima, el líder se ve como parte de un sistema en el que se ha generado un resultado indeseado. No podemos elegir lo que nos ocurre en la vida, pero sí tenemos el poder incondicional de elegir siempre nuestra actitud ante ello y nuestro comportamiento.
Un líder rechaza la causalidad en la asunción de responsabilidad. Por el contrario, interpreta esta como la capacidad para responder ante cualquier situación, asumiendo que los factores fuera de control, son desafíos que nos interpelan.
Dejar la víctima para asumir nuestro liderazgo incondicional implica un cambio de conciencia en el que renunciamos a ‘tener razón’ y a nuestro orgullo, a que siempre se nos trate con ‘justicia’ y a que sean otros los que se ocupen de resolver nuestros problemas.
Solo cuando nos convertimos en protagonistas de todo lo que nos ocurre en nuestras vidas, en nuestro trabajo, y asumimos la responsabilidad incondicional de gestionar lo que no nos gusta podemos empezar a desplegar todo nuestro liderazgo ¿Te animas con el desafío?
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