Brené Brown es una investigadora en ciencias sociales cuyo trabajo, según explica en este vídeo, ha cambiado su vida. En base a cientos de miles de entrevistas, grupos de discusión y lectura de historias personales, Brown quiso investigar lo que subyace tras las conexiones humanas.
Sabemos desde hace tiempo que la habilidad de sentirse conectados es algo fundamental, anclado en lo biológico y en lo social, pero, ¿qué pasa cuando no te sientes conectado? ¿Y por qué algunas personas se sienten conectadas, y otras no? ¿Qué hay detrás del sentimiento de conexión o de desconexión?
En esta interesante charla, la Dra. Brown habla del sentimiento de pertenencia de las personas, de la vergüenza que aflora cuando no logramos esta sensación de pertenencia, de la diferencia entre vulnerabilidad y debilidad… ¿Qué personas se pueden permitir el lujo de ser vulnerables, cómo lo hacen y por qué? ¿Qué nos pasa cuando intentamos no ser vulnerables, qué coste psicológico tiene?
Brené Brown da algunas pistas interesantes en este sentido. Asegura, por ejemplo, que “si adormeces o evitas determinadas emociones, tiendes a adormecer todas las emociones”. Es decir, que si das la espalda a la tristeza y a la ira, es probable que tu capacidad de sentir alegría o gratitud también quede muy mermada.
Finalmente, señalar que considerar la vulnerabilidad como una fortaleza, no quiere decir que tengamos que afrontar la vida desde la total desprotección, en todos los ámbitos y en todas las situaciones. Significa más bien aceptar el hecho de que somos humanos, vulnerables, que tenemos puntos débiles, que cometemos errores y que podemos vivir con todo esto de una manera mucho más fluida y natural, con menos miedo, para comprobar que, al hacerlo, nos vinculamos más a los demás y la cosecha que recogemos es mucho más rica. Por el contrario, mantener la idea de que lo mejor es intentar ocultar nuestra condición humana, que no se nos vean las debilidades, es una creencia que limita nuestras conversaciones y nuestra manera de estar en el mundo.
«Aquella persona que se siente culpable, se convierte en su propio verdugo» Séneca.
En esta sociedad tan “culpabilizadora” en la que hemos crecido, seguro que habrás oído muchas veces, “si no obedeces, eres un niño malo”, intentando que la culpa por sentirte mala persona evite tu mal comportamiento.
Este hecho hace que hoy, ya siendo adulto, sigas culpándote por cualquier cosa, basándote en un sistema de creencias que es hora de revisar. Muchas personas manejan la culpa (de otros) en su propio beneficio. Aquellas personas que tienen tendencia a sentirse culpables, harán todo lo que puedan para no sentirse culpables, ya que cuando se sienten culpables, se sienten muy mal.
Y tal y como dice Séneca en la cita de hoy: Aquel que se siente culpable, se convierte en su propio verdugo, o dicho de otra forma, se hace daño o se autolesiona sin necesidad.
Si tú vieras a una persona que coge un martillo y empieza a darse golpes de martillo contra su mano mientras grita de dolor, ¿qué pensarías? Pues piensa que cuando te estás sintiendo culpable, estás haciendo algo parecido pero contra tu alma. Estás dando martillazo tras martillazo a tu alma, que sufre y sufre, martillazo tras martillazo, sentimiento de culpabilidad tras sentimiento de culpabilidad.
La culpa es un sentimiento inútil, que no nos aporta nada, solo resta. Lo que necesitamos es responsabilizarnos por nuestros actos y si cometimos un error que pueda ser subsanado, arreglarlo, pero no martirizarnos con el sentimiento de culpa. Pero darle vueltas y vueltas, sentirnos mal y peor por eso que ha ocurrido o por eso que hemos hecho o que hemos dejado de hacer, no nos aporta más que un profundo malestar.
Distinguir las verdaderas responsabilidades de las culpas adquiridas por creencias erróneas instauradas en nuestras mentes desde la niñez.
¿Y si identificas las culpas infundadas que te echas y las pones a un lado?, sentirás un gran alivio y podrás hacer un espacio en tu vida para el progreso y los éxitos.
Mil gracias por leerme, deseo que te sea de utilidad y lo pongas en práctica.
«Lo más penoso del dolor y del malestar bien puede ser nuestra resistencia ante ellos.»
Desde el mismo instante en que entramos en este mundo, se nos enseña a tener miedo a través del ejemplo que nos dan los demás y, por lo tanto, a resistirnos a todo dolor o malestar con el fin de controlarlo, sedarlo, olvidarnos de ello, adormecerlo, narcotizarlo e incluso eliminarlo. Debido al ejemplo que nos ofrecen los demás, se nos lleva a creer que el dolor y el malestar son nuestros enemigos y que, cuando se manifiestan en nuestra experiencia, tenemos que escapar, o bien vencerlos a toda costa. Se nos lleva a dar por supuesto que el dolor y el malestar son siempre indicadores de que algo anda mal. En este mundo es muy raro que se nos inste o se nos anime a responder a nuestras experiencias de dolor y de malestar escuchándolas, en lugar de huir de ellas.
Aprender a restablecer el equilibrio de nuestras experiencias físicas, mentales y emocionales de dolor y malestar es sencillo:
Optamos por «estar» con nuestro dolor y nuestro malestar, con la intención clara de suavizarlo compasivamente mediante nuestra atención plena.
Restablecer el equilibrio en la calidad de nuestra experiencia vital
Para iniciar el viaje que nos lleve a recuperar la capacidad para restablecer el equilibrio de nuestro dolor y nuestro malestar, se precisa sinceridad, con unas gotas de paciencia, intención compasiva y toda nuestra atención. Manteniendo toda nuestra atención compasiva sobre nuestro dolor y malestar, nos daremos cuenta de que las sensaciones que experimentamos comienzan a cambiar. Se nos pide que observemos los cambios con suriosidad y sin enjuiciarlos. No debemos esperar placer alguno con el siguiente procedimiento, pero sí un cambio en la afección. Después, tendremos que reconocer estos cambios, sea cual sea la forma que adopten. En ocasiones, nuestra afección parece empeorar al principio, en ocasiones cambia de forma, otras veces parece moverse literalmente dentro del cuerpo, a veces se desvanece, se disuelve o se transmuta.
Una vez ponemos de nuestra parte la atención y la intención, tenemos que dejar que las sensaciones de dolor y malestar tomen su curso, dado que pretender otra cosa sería volver a los antiguos comportamientos hostiles de sedacción y control. Nuestra presencia interior no conoce dificultad alguna, de modo que será mejor dejarle que decida el resultado.
A medida que cambia nuestro dolor y malestar, tenemos que seguir atendiéndolo como una madre cariñosa lo haría con su hijo enfermo. La constancia es la clave. El mero hecho de que la fiebre del niño comience a remitir no significa que ya no necesite las atenciones de su madre. Una atención constante hará que nuestra afección comience a recobrar poco a poco su estado de equilibrio.
Es importante no olvidar que hemos ignorado y reprimido nuestro dolor y malestar durante la mayor parte de nuestra vida. Lo hemos tratado como a un enenigo hostil, y no como al mensajero benévolo que en realidad es. Así pues, tendremos que ser pacientes con él. Un niño que haya sido ignorado por sus padres durante años no cambia de pronto su actitud hacia ellos por el mero hecho de que le abran sus brazos afectuosamente de repente. Siempre habrá alguna vacilación. El niño tendrá que ver primero constancia y sinceridad por parte de sus padres. Por lo tanto, convendrá no tener prisa, y no tenemos que rendirnos si no observamos consecuencias inmediatas. Este procedimiento no tiene nada que ver con una «cura rápida»; tiene que ver con un cambio de actitud, tras toda una vida de hostilidad hacia nuestros propios desequilibrios físicos, mentales y emocionales. Si tenemos paciencia y somos perseverantes con nuestro propio dolor y malestar, descubriremos inevitablemente que:
Es nuestra atención intima y amorosa lo que se nos está pidiendo cuando nuestra experiencia nos envía las señales de desequilibrio que nosotros llamamos dolor ymalestar. Si nos mantenemos presentes a través de la conexión consciente de nuestra respiración, y si situamos nuestra propia atención amorosa en el mismo centro de nuestro dolor y malestar, estaremos llevando a cabo nuestra parte del proceso de reequilibrio de nuestra experiencia. Nuestra presencia interior se ocupará de todo lo demás. Se nos pide que iniciemos el procedimiento y que, luego, confiemos en el proceso. Así es como ponemos en marcha esta tarea:
1.- Comenzamos sentándonos en una posición cómoda, con la espalda recta y los ojos cerrados. Nos podemos sentar sobre un cojín, con las piernas cruzadas, o en una silla. Lo que se busca con estar en estar en una postura que favorezca el estado de alerta.
4.- Ponemos toda nuestra atención en cualquier dolor o malestar que estemos experimentando, sea físico, mental o emocional. No lo juzgamos; lo contemplamos compasivamente con nuestra atención.
5.- Nuestra intención consiste en vivenciar plenamente nuestro dolor y malestar. Si es de naturaleza física, podemos buscar el centro de esa sensación y estar con él. Si es confusión mental lo que estamos experimentando, nos sentaremos y contemplaremos la naturaleza de nuestros procesos de pensamiento. Si es una perturbación emocional lo que estamos sintiendo, nos sentaremos y sentiremos las emociones, dejándolas fluir como les venga en gana. Todo esto lo hacemos sin enjuiciar nada, sin preocuparnos y sin marcarnos un tiempo
6.- Al principio puede dar la impresión de que la afección empeora o se exacerba de algún modo. Se trata de una consecuencia automática del hecho de situar la atención en ella. Es un indicio positivo. No significa que la afección esté empeorando; significa que nuestra conciencia de la afección está creciendo. Hemos de tener en cuenta que, sea lo que sea lo que estamos sitiendo miestras realizamos este trabajo, está entrando en nuestra conciencia para que nuestra presencia interior pueda transformarlo. Tenemos que hacer todo lo posible para dejar que el dolor o el malestar siga su propio camino.
7.- A lo largo de toda la experiencia, es importante mantener la respiración conectada.
Ocurra lo que ocurra como consecuencia de este ejercicio, será lo que se supone que tiene que suceder. Será diferente para cada persona, y diferente también en cada ocasión en que lo apliquemos. Se nos insta a permanecer con la experiencia hasta que remitan las sensaciones que percibimos como dolor y malestar. Para afecciones agudas o crónicas puede hacer falta repetir las sesiones para conseguir cierta sensación de finalización. La paciencia es la clave. Cuanto más utilicemos esta herramienta, más eficiente se hará.
Es sumamente saludable y beneficioso dedicar unos momentos cada día a situar nuestra atención sobre aquellos aspectos de nuestra experiencia que percibimos como dolorosos o desagradables. Cada vez que nos nutrimos de esta manera, se incrementa el poder de nuestra atención y nuestra intención. Cada vez que experimentamos las consecuencias beneficiosas de cuidar de nosotros mismos de esta manera, se incrementará el poder de nuestra fe en la presencia interior. Esta herramienta activa automáticamente nuestra capacidad para alimentarnos a nosotros mismos.
Ha llegado el momento del año en el que quizá reflexionamos un poquito más sobre nosotros mismos y nuestra vida. Consideramos el porqué y el para qué de las actividades del año que termina. Evaluamos lo que nos ha ido bien, pensamos en qué podríamos haber hecho de otra forma y consideramos qué cosas preferiríamos no haber vivido.
Van pasando los segundos, ,los minutos, las horas , los días, las semanas, los meses y finalmente los años y nos preguntamos, estoy haciendo lo que realmente quiero? o hago lo que los demás quieren?
Soy protagonista de mi vida o soy una víctima.
Si me centro en la queja, seré víctima y si me centro en, que puedo hacer con lo que tengo, seré protagonista.
Al final, es una simple decisión, muy interna desde donde queremos vivir nuestra vida.
La vida es un popurrí de eventos y una mezcla variada de emociones y sentimientos. Cada año tiene su porción de alegría, tristeza, esperanza, amor, confusión, éxito, fracaso y muchas otras cosas.
Una de las maravillosas personas que me ha abierto su hogar y su corazón en Barcelona, me anima diciendo: «Si lo ves, es porque lo tienes». Y es cierto, atraemos hacia nuestras vidas a personas con los mismos valores y creencias.
Doy gracias por las personas que me han servido de reflejo, creo que me han ayudado a mejorar como persona.
Como decía mi abuela: «Puedes conocer a una persona a través de los amigos que tiene». Al poder verme reflejada en otras personas aprendo a conocerme a mí misma, me es más fácil apreciar como soy y amarme a mí misma.
Pero ese conocimiento a través de los «reflejos» en mis amistades implica el adquirir una responsabilidad y esfuerzo añadidos. Debemos tratar a los demás cómo quisiéramos que ellos nos trataran a nosotros.
Si quieres ser amado, ámalos. Sí quieres ser escuchado, escúchalos. Si quieres ser comprendido, compréndelos. Si quieres sentirte aceptado, acéptalos. En suma, si quieres tener buenos amigos, sé tú un buen amigo para ellos. Es sencillo, lo que tú siembres, cosecharás.
Cuando miro hacia atrás por un momento y veo todo lo que ha transcurrido en mi vida en este último año, me es posible ver claramente la realidad del proceso y progreso en mi vida personal.
Reflexiono con alegría y optimismo acerca de todas las posibilidades que puede traer este año 2014 que ahora comienza. Me entusiasma imaginar cómo será la cosecha de lo que siembre.
Te animo a que mires hacia atrás un momento. Reconoce con honestidad todo lo bueno que ha tenido este año para ti y comienza a pensar en cuáles son tus metas para el próximo año.
Convéncete a ti mism@ que, con ilusión, pasión y esfuerzo, tus metas son alcanzables. ¡Ve a por ellas!
Os deseo con todo mi corazón que aprovechemos este 2014 que se inicia, para tomar las riendas de este camino de responsabilidad, ya que nuestro ser, es tan sabio que si lo cuidamos, nos dará muchas alegrías y bienestar.
Tenemos una buena noticia: Si queremos que nuestra relación de pareja perdure en el tiempo, tenemos margen de maniobra y está en cómo hacemos sentir al otro con lo que decimos o mejor aún, con lo que expresamos sin que seamos necesariamente conscientes de ello.
Pasos:
1. Seamos honestos con lo que sentimos y hacemos. Nuestras emociones muchas veces son sutiles pero las exteriorizamos (conscientemente o no) y la otra persona las percibe. Por ello, después de una discusión y con los ánimos más calmados es recomendable conversar con la pareja no tanto del problema, sino de las emociones que había debajo. Lo que hicimos sentir al otro y lo que el otro sintió con lo que dijimos.
2. Evita el desdén. En dicha conversación a toro pasado, es interesante identificar si en algún momento la otra persona utilizó el desdén o lo hicimos nosotros.
3. Analicemos el ratio de emociones positivas con respeto a negativas que hemos expresado durante la discusión. Si no es de cinco a uno, cuidado (siempre y cuando queramos que nuestra pareja perdure en el tiempo).
Punto de vista:
Para que una relación de pareja sobreviva es necesario que en una discusión la relación de emociones positivas respecto a las negativas sean de cinco a una. Y evitar, por supuesto, el desdén.
John Gottman, profesor emérito de la Universidad de Washington, lo ha conseguido después de estudiar a más de 3.000 parejas desde 1980. Tiene una fórmula casi infalible: analizar aquellas emociones que no son “tan evidentes”, como explica Malcolm Gladwell en su «libro Inteligencia Intuitiva».
Exteriorizamos algunas emociones sin ser conscientes de ello. Según Gottman, existen veinte tipos de posibilidades y algunas de ellas son tan fugaces que su reconocimiento solo es posible analizando las grabaciones con sumo detalle. Gottman ha profundizado aún más en aquellas emociones que provocan las rupturas entre las parejas y las ha clasificado en cuatro tipos: la defensiva, la crítica, la obstruccionista y la desdeñosa.
Y si una de ellas tuviera que ganar el Oscar como responsable del mayor número de separaciones, sin duda alguna, lo obtendría el desdén. Desdeñar no es solo criticar, es mucho más. Es responder desde un lugar de superioridad, lo que hace disminuir al otro como persona haciéndole sentirse excluido.
Resulta especialmente doloroso, ya que incluso , haciéndonos más propensos a tener resfriados, por ejemplo. El desdén es una respuesta de “jerarquía” y no ha de ser necesariamente agresiva en la forma. Puede esconderse en comentarios sutiles tipo: “Sí, sí… ¿y tú qué sabrás?”. Seguro que a todos nos resulta conocida.
Autor: John Gootman
Libro: El secreto de los matrimonios felices: 7 principios para que un matrimonio funcione.
✴️ Y si de esta lectura surge alguna duda, cuenta conmigo!