Al fin y al cabo, la soledad en la Prehistoria equivalía a palmarla.
Por eso el conectar (o no) con otras personas influye en cómo nos sentimos, en cómo nos comportamos. Influye en cómo se desarrolla nuestra vida entera.
O sea, o mejoras tu forma de relacionarte…
O tu vida profesional será muy negra…y tu vida personal …tambien.
“Si no das importancia a las relaciones, da igual cuan inteligente seas; no llegarás muy lejos” – Indra Nooyi
Es un bajón, lo sé. Pero no habrá ascenso si no sabes relacionarte con un jefe. Ni si no sabes influir en un grupo de personas para liderarlos. No relacionarse = continuar eternamente en el escalafón más bajo.
¿Y en tu vida personal? Parecido. Cuánta gente hay ahora mismo que se sienta sola. Sin duda, uno de los sentimientos más tóxicos y dolorosos.
Pero ya basta de lágrimas, busquemos soluciones.
¿Cómo tener más relaciones y mejorar las que ya tengo?
La habilidad “relaciones” podría dividirse en 4 sub-habilidades:
Ser bueno organizando a grupos grandes (liderazgo),
Negociando soluciones (colaborando),
Conectando con los demás (creando vínculos), y
Analizando su interior (teniendo buena empatía).
Lo mejor: no necesitas mejorar todas. Solo potenciar las que se te dan bien y camuflar las que se te dan mal.
“Concéntrate en tus bendiciones, no en tus desgracias. Concéntrate en tus fortalezas, no en tus debilidades” – Donald
Ahora bien, centrémonos en la 3 y la 4. Las dos sub-habilidades que más problemas nos dan.
¿Cómo mejorarlas? 3 PRACTICAS fáciles:
Tip 1:olvídate de ti. Olvida que existes. Céntrate solo en lo que le gusta, ocupa y mueve a la otra persona.
“Puedes hacer más amigos en dos meses interesándote por los otros que en dos años tratando de que se interesen por ti” – Dale Carnegie
Tip 2: usa el efecto Pigmalión a tu favor. Cuando le añades una cualidad a alguien (”¡Qué responsable eres!”, “te considero una persona puntual”) empezará a creer que la tiene y se dedicará a cumplirla….“¿Y eso en qué mejora mi relación con él?” Piénsalo. ¿A quién no nos gustan los amigos que nos hacen mejorar o nos ven con buenos ojos?
“Mi mejor amigo es aquel que saca lo mejor de mi” – Henry Ford
Tip 3: cuando la relación sea sólida (y solo de vez en cuando), haz lo contrario al tip 1: incluye a los demás en proyectos o hobbies importantes para ti. Permíteles entrar en tu mundo. Solo así la relación será de dos direcciones.
Y a ti ¿cuál de estos tips anteriores te parece más eficaz? 🔥
Si el libro de la semana anterior era una Biblia de la inteligencia emocional, este tampoco lo es menos. Este es un libro de cabecera, de esos que deben releerse, que invita a que mires hacia adentro y pongas en práctica los diferentes conceptos que se van viendo. Es un libro que se adentra tanto las emociones de manera individual, como la gestión de las emociones en las relaciones con otras personas y, por tanto, una vez lo acabas te darás cuenta de que habrás conseguido crear tu propia cajita de herramientas emocional.
Además de equilibrar entre teoría y práctica, es un libro claro, sencillo de entender y muuuuuuy completo. Sin ánimo de destriparte nada, puedo adelantarte que, dentro del libro, encontrarás información sobre las fases del proceso emocional y cómo gestionar cada una, sobre el dolor emocional, los diferentes tipos de emociones, o la diferencia entre emociones saludables y no tan saludables. Es, sin lugar a dudas, una guía interna, como dice su título.
Semillas express
3 Lecciones que podrían cambiar tu vida:
¿Por qué existen las emociones negativas? Porque ayudan. Por ejemplo: el enfado hace que el corazón bombee más sangre para que tengas más energía (por si hubiera una pelea); o el miedo, que nos paraliza para evaluar bien qué hacer. El problema no es que existan, es no saber gestionarlas. Descubre cómo hacerlo fácilmente.
Autogestión emocional «Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada en el grado exacto, en el momento oportuno y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo’’. – Aristóteles, Ética a Nicómano.
A esa habilidad también se le llama autocontrol, aunque a mi me gusta más autogestión.
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Nos contaron que sacar buenas notas y aprender muchas cosas sería lo que más lejos nos llevaría en la vida.
Nos estaban mintiendo.
Se dejaron fuera de la ecuación un componente que, aunque siempre menospreciado, es lo que nos define como seres humanos y lo que nos permite rozar la felicidad en nuestras vidas: las emociones.
“Sé muy bueno en tu profesión y llegarás muy lejos”. ¡Ja! Eso ya no es cierto. En el mejor de los casos, tu inteligencia y destreza solo serán un 20% de tu éxito.
¿Y el otro 80%? Veamos. Aquí hay una parte de suerte. Otra sobre la que no tenemos control (la economía familiar o la educación que nos dieron). Pero, sobre todo, gran parte de ese 80% es de tu inteligencia emocional.
“Los CEO son contratados por su capacidad intelectual y su experiencia comercial y despedidos por su falta de inteligencia emocional’’ – Daniel Goleman
Y no te hablo solo de éxito profesional. Eso está muy bien, pero también tienes vida fuera. Si no… Fíjate en la historia.
Recordamos a Newton como el mayor genio de la física. Los que convivieron con él, en cambio, le tenían por un tipo amargado y ciertamente estúpido para relacionarse. ¿Tuvo éxito? Profesionalmente sí. ¿Fue feliz? Difícil.
O fíjate en Van Gogh. Él ni siquiera pudo disfrutar su éxito profesional en vida. Pero, del personal, tampoco; pasó la mayor parte de su tiempo solo y sin saber entablar relaciones estables.
“La inteligencia se manifiesta no solo en la capacidad de pensar, sino en la capacidad de vivir y sentir” – Albert Einstein
Al final, las emociones lo son todo. Son la ventana con la que miramos a la felicidad, el susurro que nos ayuda a decidir mejor según qué valoramos, la bofetada que nos activa cuando no vivimos la vida que nos gustaría.
Eres la única persona con la que estás condenada a vivir el resto de tu vida. Mejor será que la entiendas, la cuides y os llevéis bien. Mejor será saber qué quieren decirte tus emociones, y saber también decirles cuándo hablar y cuándo callar. Porque eso, más que cualquier cosa, sí definirá tu éxito.
Japón está en todos los tops de índices de depresión y grandes enfermedades. ¿Será por sus niveles pésimos de inteligencia emocional, donde les enseñan a no mostrar sus emociones en sociedad? Pista experiencial: aprende a convivir con tus emociones para que esto no te suceda
“puedes hacer más amigos en dos meses interesándote por los demás que en dos años tratando de que se interesen por ti” – Dale Carnegie Pista experiencial: descubre cómo tener más y mejores relaciones para vivir una vida plena
En un curioso estudio, Martin Selligman descubrió que los vendedores optimistas vendían hasta un 39% más que los pesimistas cada mes. Pista experiencial: ¿Cómo aprovechar tu inteligencia emocional para ascender profesionalmente?
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Esta pregunta puede parecer superficial y sin sentido, pero justamente es la clave que nos indica si estamos a gusto o no con nuestras vidas. La gran mayoría de las personas odian su puesto de trabajo y llegan al punto de tanta frustración y resignación que ya ni se preguntan por una alternativa.
Si respondes a esta pregunta te darás cuenta que hay una realidad paralela a lo que tú quieres hacer. Y a esa realidad si le das la oportunidad… Es el principio para generar una mejor situación o un mejor escenario en tu vida.
Si lo que vas a hacer hoy es algo que te desagrada y es una rutina habitual, seguir con ella a la larga te va a generar un gran malestar.
Puede ser que aún no puedas dejar tu empleo o tu realidad presente, pero sí que puedes comprometerte en el día de hoy para generar un modelo alternativo.
Crear un escenario ideal puede ser una oportunidad para volver a ilusionarte con la vida y a establecer un plan de acción para llegar a alcanzar este escenario.
Piensa que todas las personas que generaron las vidas que ellos realmente querían, con su vocación, con unos entornos como ellos deseaban, o compartiendo el tiempo con las personas que realmente anhelaban, no partieron directamente de esta realidad.
Fueron personas que no se resignaron ni abandonaron. Todo lo contrario. Establecieron muy claramente lo que “SÍ” querían.
El problema está en la monotonía y en el abandono de nuestros sueños. Convierte el problema en un reto. El problema provoca que ya ni lo intentemos. Perdemos incluso antes de empezar.
Nunca es demasiado pronto, ni demasiado tarde para crear la vida que nosotros/as realmente deseamos. Sin embargo está claro, que tendremos que pagar un precio, un coste. Tendremos que pagar el coste de apreciar la incomodidad de lo desconocido, apostar por superar el miedo, de disfrutar con lo desconocido…
Y también disfrutar de una recompensa. Existe el gran beneficio de vivir la vida como realmente nosotros/as deseamos. Esto hace que valga la alegría de vivir.
Si le preguntas a todas las personas que se han esforzado o que se han atrevido a cambiar redirigiendo sus vidas hacia lo que realmente querían hacer, la gran mayoría de ellos/as te dirán que sí valió la alegría.
Aunque no hayan logrado todo lo que se propusieron, saben que el peso del arrepentimiento a la larga acaba pesando mucho más.
Una vida de arrepentimientos es una vida malgastada y puede causarnos un gran temor al final de nuestros días. El infierno es encontrar en tu lecho de muerte aquella versión tuya de quién hubieras sido de haberte arriesgado más.
En lo escrito lo que pretendo es que te inspire para tu propio camino.
Yo saqué muchas cosas en claro aquí de esta práctica ,
muchas de ellas ya las llevaba dentro
de todos mis años de formación
y mi experiencia vital y laboral.
Solo uní puntos.
Y eso es lo que te quiero compartir
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La línea de puntos más directa para lograr los cambios que tú (en tu caso concreto y personal) necesites.
porque tenemos el foco puesto en lo que NO hemos logrado,
los fracasos, los malos momentos…
Sin embargo todo el mundo tiene una larga lista de recuerdos positivos y de no tan positivos.
¿Qué ocurriría si cambiaras el foco y te centraras en los momentos positivos?
Y si pudieras hacer una lista de todo aquello que has logrado en esta vida… No tienen por qué ser cosas espectaculares.
Si lo observas, la confianza es como un jardín, uno va poniendo semillas y así va aumentando, creciendo y floreciendo.
Por ejemplo, todo el mundo ha ganado en alguna ocasión participando en un juego o en un deporte; todo el mundo ha podido ser alabado o reconocido por algo en algún momento de la vida; todo el mundo ha podido prestar unos servicios o ayudar a otra persona…
Estas son experiencias que puedes sumar y que te pueden facilitar el volver a confiar en ti.
Pero quizás internamente te repites que “tú no eres como todo el mundo” …
¿Y qué es lo que te hace único? Eso no lo sabemos…
Lo puedes responder tú mism@.
¿Qué elementos te hacen únicos?
¿Qué logros has obtenido?
¿Qué experiencias positivas suman en tu vida?
Si las buscas, seguro que las vas a encontrar. Y si las anotas vas a empezar a cultivar tu jardín de confianza. Un espacio que va a ir aumentando a medida que le añadas más y más recuerdos de éxitos, es decir, de tus momentos únicos «siendo».
Esta misma jardinería te va a permitir proyectarte en tu presente y en tu futuro con mucha mayor confianza, pudiendo contemplar que estás más preparad@ de lo que imaginas.
A medida que vayas recuperando esos recuerdos sentirás como la confianza va creciendo como un jardín que florece. Entonces sólo necesitarás añadirle nuevos retos o nuevas propuestas, las cuales van a reforzar tu confianza.
Estarás creando lo que se denomina un círculo virtuoso, en el que esta pequeña dosis de confianza por las acciones del pasado hará que tengas más confianza para tu presente y futuro.
Y los nuevos logros serán como nutrición que permite que ese brillo interior pueda seguir creciendo y floreciendo.
Por ese motivo
te invito a que si te apetece probar algo …
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La ira aparece sin avisar. El corazón te late deprisa, tu cuerpo se tensa, se te acelera la respiración, sientes calor… Te conviertes en un volcán a punto de entrar en erupción. Y explotas.
¿Sabes a lo que me refiero? Probablemente sí. La ira es una de las emociones básicas, una de las peor vistas y a la vez una de las más habituales en muchos de nosotros, hasta que aprendemos a gestionarla.
La ira te hace perder el control.Sin saber muy bien cómo, dejas de decidir sobre lo que dices y lo que haces. Es como caer rodando por una montaña. Eres incapaz de frenar. Ella te controla a ti en vez de controlarla tú a ella. Gritas, te enfureces, pierdes los nervios, dices cosas sin pensar… Y después, muchas veces, te arrepientes.
Porque cuando estás llena de ira eres incapaz de ver las cosas con claridad y sólo quieres hacer daño al otro para compensar lo que tú has sentido.
Y así es como cuando te quieres dar cuenta las consecuencias, sobre ti o sobre los demás, se vuelven mucho más grandes que las causas de esa ira
Veamos algunos 10 acciones sencillas y prácticas que pueden ayudarte si tú también decides que vale ya de tanta ira:
Aprende a verla venir. Identifica sus síntomas corporales y cómo te hace sentir. A esto te puede ayudar el mindfulness o alguna técnica de relajación.
Escucha su mensaje. ¿Por qué me he sentido así? ¿Qué me ha hecho daño? ¿Qué me ha dado miedo? ¿Cómo he interpretado esto que ha pasado? Resuelve el problema que está debajo de tu ira y no la dejes pasar como si nada hasta la próxima vez que te vuelva a pasar lo mismo.
Quédate en silencio. Aquí te puede funcionar el “piensa dos veces lo que vas a decir”, el “cuenta hasta diez” o, mejor todavía, guardar silencio durante al menos un minuto.
Reflexiona. ¿De verdad es tan importante esto que ha pasado? ¿Merece la pena que me ponga así? ¿Quiero hacerle daño a esta persona? ¿Quiero seguir con este enfado y hacerlo más grande? Piensa que tú no puedes cambiar el comportamiento de la otra persona y que al que peor le va a sentar esa emoción es a ti. En las notas del episodio te dejo estas preguntas por escrito para que las puedas recuperar si las consideras útiles.
Cambia tus pensamientos. Dado que lo que nos altera es cómo interpretamos los hechos, mucho más que lo que ha pasado, deja de hacer asociaciones tipo “si me dice esto es que no me quiere”, “es horrible”, “no puedo quedarme callado”… Cambia ese diálogo por uno más amable como “es mejor hablarlo tranquilamente”, “no es para tanto” o “no me quiero llevar un mal rato”. Incluso puedes pensar una palabra que te sirva para calmarte.
Juega a descolocarte. Si normalmente cuando sentimos ira reaccionamos gritando, moviendo los brazos o frunciendo el ceño, engaña a tu cerebro haciendo todo lo contrario. Baja el tono de voz, habla más despacio, siéntate si estás levantado, relaja el cuerpo, quédate quieto, sonríe…
Busca otra forma de desahogarte. Coge lápiz y papel y escribe lo que necesitarías cambiar para dejar de tener esas reacciones de ira: “decir las cosas antes”, “no adelantarme a hacer interpretaciones”, “pararme y coger aire”, “salir de la habitación y esperar a calmarme”, “decir cómo me he sentido”… Y, llegado el caso, piensa qué necesitas para resolver ese enfado y enfócate en eso. Podrías decir algo como “yo esperaba que hoy hiciéramos eso y me he sentido frustrada y enfadada al ver que te habías olvidado”. O pregúntate qué haría alguien tranquilo a quien conozcas en esa misma situación.
Empieza a expresar lo que te pasa, cuando te pase, desde la calma y la tranquilidad y sin guardarte las cosas. Cuanto más sumas y más te callas lo que te duele o lo que necesitas, más fácil es que algo pequeño te haga saltar con toda esa furia acumulada en forma de juicios y acusaciones…
Vete poco a poco. Acepta que tal vez la próxima vez tu reacción aún no sea la deseada. No pasa nada. Sigue esforzándote y dando pequeños pasos. A mí me llevó tiempo, pero lo importante es que ahora digo las cosas tranquilamente y elijo cómo me siento en cada momento.
Recuerda que nadie tiene el poder de hacerte reaccionar así si tú no se lo das. Solo tú eliges como reaccionas en cada momento. No vale decir “si ellos no fueran así yo no reaccionaría de esta forma”.